El poder de los cristales forma parte de nuestro mundo; sus influencias sobre el ser humano no pueden ponerse en tela de juicio.
Se utilizan en el mundo entero; los chips, la vida misma del ordenador (instrumento privilegiado para afianzar al hombre en la era de la tecnología), no dejan de ser bióxido de silicio, es decir, Cuarzo.
Los aparatos de ultrasonido, los osciladores que controlan las radio frecuencias en equipamiento electrónicos, los capacitores que modifican la capacidad energética de los circuitos, los transductores, responsables de la transmisión energética de un sistema a otro y los condensadores que almacenan energía… todos ellos dejarían de funcionar si no fuera por el Cuarzo.
Los cristales y las piedras, que duda cabe, viven un período dorado. Los poderes antiguos y futuristas están, hoy día, tras milenios de espera, a disposición de la raza humana para su elevación, y del planeta para su progreso.
Hasta 1980, carecíamos de información relativa al lado curativo y esotérico de los cristales, y también en materia de usos primigenios en civilizaciones antiguas.
A finales del siglo XX, sí tenemos información desde variadas perspectivas sobre el poder, potencial y uso de los cristales; de hecho, miles de personas se sienten instintivamente atraídas por todo lo mineral, en busca de elevación personal y conocimiento de técnicas curativas.
Recomiendo a aquellas personas que deseen desarrollar ese saber sobre cristales, que se valgan de su intuición en la exploración de los recursos de este mundo fenomenal de luz, y reconozcan y admitan todo cuanto les suene verdadero desde la perspectiva de su piedra de toque interior.
La realización personal por los cristales depende de la voluntad de cada uno, de la disposición para sentarse, serenarse, vaciar la mente, abrir el corazón y percibir un mundo interior donde está todo en su sitio.
Los cristales y las piedras son manifestaciones puras de la materia; despliegan frecuencias de luz y color múltiples, demostrándonos que la claridad, la estabilidad, la belleza, la ley divina y la perfección espiritual son de este mundo.
Irrumpen en nuestra escena en el momento oportuno para enseñarnos a activar e irradiar todo el potencial de nuestro propio esplendor interno.
Los cristales son herramientas poderosas en el arte de curarnos solos de las heridas heredadas de vidas pasadas, ya que aportan a la mente un estado inmediato de paz.
Así es como el poder del Yo superior queda conectado conscientemente con el espíritu infinito de la creación, de donde nacen la salud, la abundancia y la alegría; en el cielo y en la tierra.
Los años 80 y los 90 son tiempos de transición en la historia terráquea. Estamos viviendo un proceso de transformación.
Los cristales y las piedras son un elemento esencial en el nuevo caminar personal y planetario que hemos emprendido, pues aceleran nuestro proceso curativo y el crecimiento personal.
La labor que se está llevando a cabo, hoy día, con los cristales, seguirá expandiéndose en cada faceta de la vida, así como en el ámbito de la medicina tradicional.
De hecho, ya se emplean los cristales en la ciencia del láser y, especialmente, en cirugía microscópica.
Hace tan solo un siglo, la humanidad se resistía a admitir la validez de conceptos como la acupuntura o los conductos energéticos sutiles.
La curación por los cristales está renaciendo y se destina ineluctablemente a probar la validez de métodos de curación sumamente poderosos, no solo para el cuerpo, sino también para aliviar sufrimientos de la mente y el corazón, erradicando así los orígenes de la enfermedad corporal.
A medida que la luz, la frecuencia de color, la energía y el esplendor de los cristales penetran el aura, las sombras de la duda desaparecen de la mente; las cadenas que nos atan al temor pueden romperse con la ayuda del corazón, liberando el cuerpo, animándole a manifestar un estado pleno de armonía con el espíritu.
Creo fascinante y en extremo esperanzador que muchas personas, al menos subconscientemente (e incluso a conciencia), intuyan el poder y potencial del cristal curativo.
Asistimos a una recuperación de nuestra memoria antigua, pues investigamos y experimentamos con cristales y piedras capaces de cimentar un conocimiento único y veraz.
También creo entusiasmadamente que las fuerzas luminosas se hayan materializado y cristalizado para que las empleemos de modo activo en nuestras vidas, en busca de múltiples y variados resultados… no sólo en conseguir relojes que marquen la hora exacta, sino también en curar las zonas más recónditas de nuestros corazones.
A mi entender, los cristales son el último escalón de la larga escalera de las artes curativas avanzadas. Son la fase final del desarrollo de la energía curativa y pura, fruto de lo que hemos venido llamando “milagros”.
No obstante, debemos entender y captar cuál es el momento oportuno para obrar con cristales; pues podríamos engañarnos, llevados únicamente por su llamativa belleza; todo consiste en no elevarnos hasta un plano donde no nos hayamos elevado nosotros mismos.
Los cristales no son el Ello; la luz si lo es; nosotros si lo somos. Si pretendemos realmente emplear los cristales conforme con su intencionalidad más elevada, hemos de aprender y crecer, sabiendo cómo usar la luz interior y los recursos internos para alcanzar las metas más elevadas.
Los cristales son instrumentos de poder, capaces de llevarnos por la senda idónea, reivindicando, desarrollando, abarcando y manifestando la luz interior, esa misma luz que ellos ya han aprendido a reflejar con espléndida pureza.
Extraído del Libro “La Curación por los Cristales. Las Aplicaciones Terapéuticas de Cristales y Piedras”. Volumen II. Katrina Raphaell.
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