viernes, 28 de junio de 2013

EL CUARZO Y LA CURA


Marcel Vogel, científico e Inventor, trabajó para la IBM por 27 años y durante ese tiempo acumuló la autoría de más de 100 patentes. En su trabajo desarrolló nuevas aplicaciones de los cristales de cuarzo, en otras palabras sus inventos tuvieron aplicación en la tecnología de la sílice, que es el fundamento de los computadores. 
Paralelamente hizo otra contribución muy importante que en adelante serviría de puente entre la ciencia y el Espíritu: desarrolló una forma particular de cortar los cristales de cuarzo, que incrementó su poder exponencialmente.
Vogel había comprobado que cuando apuntaba con un cristal hacia una persona, ese cristal parecía amplificar sus pensamientos y emociones, y podía llegar a inducir estados alterados de conciencia. 
Sabía que, en electrónica, la forma en que se corta un cuarzo es crucial para que pueda llegar a desempeñar correctamente su tarea. Su incógnita era “si se pretende usar un cuarzo para sanar y transformar a un hombre, ¿cuál es la forma más adecuada de tallarlo? La respuesta no tardó demasiado. “Un día”, dice Marcel Vogel, me desperté y, todavía en el umbral del sueño, apareció ante mis ojos la figura del “Árbol de la Vida”. 
Yo no sabía nada sobre este símbolo de la Kabbalah, pero supe instantáneamente que debía imitar esa forma sagrada para tallar mis cristales. A Vogel le tomó casi un año completar su primer juego de cuarzos, que originalmente fueron de cuatro caras. 
Posteriormente fundó el Instituto ”Psychic Research Inc.,” una institución sin ánimo de lucro, donde continuó con sus investigaciones. Se tallaron allí cuarzos de seis caras.  A algunos de ellos les perforó un pequeño orificio, por el que introducían algunas substancias como: anestésicos, medicamentos, o esencias homeopáticas y florales. 
Comprobó entonces que el cristal de cuarzo tomaba la vibración de la sustancia y la amplificaba, multiplicando los efectos. A lo largo de sus experiencias comprendió que, el fenómeno de los cristales, tenía mucho que ver con aquel aspecto que había sido el eje de su vida: el amor incondicional. “Los cristales de cuarzo” afirmaba él, “toman la frecuencia del amor, la amplifican y la trasmiten. Su poder es el poder mismo del amor, que es la fuerza más poderosa, curativa y transformadora que existe"
Una de las incógnitas de Vogel era saber si el número de facetas talladas en un cuarzo hacía alguna diferencia. Pensaba que: “si el cristal de cuarzo es un transformador, tomará la vibración que tú o yo generamos y la llevará a un nivel donde podamos observar y medir su aspecto eléctrico”. 
Luego de muchos experimentos descubrió que: “a mayor número de caras, corresponde una mayor capacidad de almacenar fuerza. El cristal recibe una carga determinada y esta rebota alrededor de las caras. De la cantidad de veces que pueda rebotar depende el grado de multiplicidad de sus reflexiones internas. Con un cristal de ocho caras se obtienen millones de reflexiones internas, y, con uno de cuatro caras, miles de ellas”.
Estas experiencias llevaron a Vogel a tallar cuarzos de 8, 16 y hasta 33 caras. Solo existen unos pocos de estos últimos, pero se ha probado que son increíblemente poderosos. Se les puede cargar con paz, bienestar, amor y armonía y los resultados son sorprendentes. Recientemente el equipo de Vogel ha tallado un cuarzo con 88 caras, que fue un encargo especial hecho por un grupo que desea usarlo como herramienta para armonizar la retícula electromagnética que rodea la Tierra. 
El modelo clásico, ahora llamado “Cristal Vogel”, tiene 4 facetas cóncavas intercaladas entre varias facetas tradicionales planas. En sus extremos opuestos lleva dos terminaciones, una masculina y otra femenina, cada una tallada con 24 caras. Así integra este cuarzo las propiedades: del cristal de cuatro caras con el de 24 caras. Pero en la práctica las trasciende ambas, por al poder adicional que aportan sus facetas cóncavas. 
Una nueva generación de cristales, con facetas cóncavas, está siendo producida ahora. Los resultados han sido espectaculares. Por ejemplo: por medio de un cuarzo tallado con 36 caras en sus extremos se ha logrado conectar la parte física de un hombre con la divinidad de su alma. Sostener en las manos un cristal de este calibre induce a una experiencia mística que va más allá de las palabras. Se podría decir que el mismo cuerpo se transforma en una impresión líquida de felicidad, amor y reverencia.

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