lunes, 26 de julio de 2010

LA VIDA INTERIOR DEL CURADOR



Convertirse en chamán jamás ha sido una mera cuestión de cultivar pericia intelectual. Se trata más bien de ejercitar la totalidad del ser: el cuerpo, la mente, la psique y el espíritu. Las siguientes palabras de un chamán iglulik esquimal constituyen un reflejo vivaz departe del proceso:


....Deseaba convertirme en chamán con la ayuda de los demás, pero no lo conseguí. Visité a muchos chamanes famosos y les hice grandes regalos... Busqué la soledad y pronto me entró una profunda melancolía. A veces me echaba a llorar y me sentía muy desgraciado, sin saber por qué. Entonces, sin razón alguna, de repente todo cambiaba y me sentía inexplicablemente alegre, con una alegría tan poderosa que era incapaz de contenerla, y tenía que ponerme a cantar, una poderosa canción en la que sólo había cabida para una palabra: ¡Alegría, alegría! Además, tenía que utilizar toda la fuerza de mi voz. Entonces, en el seno de aquel misterioso y abrumador ataque de alegría, me convertí en chamán, sin saber yo mismo cómo había ocurrido. Pero era chamán. Podía ver y oír de un modo totalmente distinto. Había adquirido mi qaumanEq, mi iluminación, la luz chamánica del cerebro y del cuerpo, de modo tal que no sólo era capaz de ver a través de la oscuridad de la vida, sino que la misma luz emanaba de mí, imperceptible para los seres humanos, pero visible para todos los espíritus de la tierra, del cielo y del mar, que se me acercaron para convertirse en mis ayudantes espirituales.


El proceso de educación médica hace hincapié en una externalidad abrumadora con respecto al mundo de las dolencias y enfermedades: todo está «ahí fuera». Por tanto, no es sorprendente que el médico siempre parezca mirar hacia el exterior.

A muy pocos se les ocurre que pueda ser importante mirar hacia dentro, hacia su propio interior, considerar su vida objetiva e íntima en el proceso de curación.
Así pues, se ignora la vida subjetiva del médico como factor importante en su profesión. El hecho de ignorar la importancia de cultivar la vida interior ha tenido consecuencias desastrosas para los médicos modernos.

Algo vital se ha perdido debido a ello, algo que es fundamental en la misión del curador. El enfoque preponderantemente externo de la enfermedad, la visión de que se la puede tratar como un hecho totalmente externo y objetivo, ha sido claramente un fracaso.
Esto no es ningún secreto.

En la actualidad, entre los propios responsables de la educación médica, se reconoce ampliamente que algo grave ha ocurrido en el proceso de formación de los médicos. Las actuales deficiencias en el programa de formación de los nuevos terapeutas son el tema central de un destacado informe publicado recientemente:

... en general, el conjunto de los médicos de formación reciente son insensibles, tienen una mala relación con el paciente, sus conocimientos médicos generales y su pericia exploratoria son deficientes, y sienten poca preocupación por el impacto de la medicina en la sociedad... Además, son pocos los jóvenes en el ejercicio de la medicina que parezcan sentirse emocional o intelectualmente satisfechos con su profesión... El engorroso proceso actual de formación suele convertir a jóvenes inteligentes y creativos, impulsados por el deseo de ayudar al prójimo, en personas frías y aisladas, que han perdido la mayoría de sus ideales originales sobre la práctica de la medicina... produciendo doctores con cualidades diametralmente opuestas a aquéllas en las que ostensiblemente cree.

Por consiguiente, no es ningún secreto que algo anda mal. No es sólo el paciente quien está enfermo, sino también los médicos.
Una de las características más notables de la medicina moderna es la forma en que el médico ha llegado a ver su relación personal con su oficio. Esencialmente es una posición de distanciamiento.

Esta forma de pensar está incorporada en la creencia, por ejemplo, de que uno no elige a un cirujano en base a su personalidad, sino exclusivamente por su pericia quirúrgica.
O que a la hora de nombrar un interno no se tiene en cuenta su calor personal, sino su nivel intelectual, su habilidad para compaginar diversas piezas del rompecabezas diagnóstico, o la intrepidez con que es capaz de elaborar un tratamiento.

Estas actitudes reflejan la creencia general de que un auténtico distanciamiento del paciente no sólo es permisible, sino en realidad aconsejable; una intimidad excesiva podría ofuscar su juicio y ser en definitiva contraproducente para el paciente.


Pero, ¿por qué? Introducir algo tan nebuloso como la vida interior del médico entra en discordia con los supuestos categóricos de los doctores modernos de que toda enfermedad es externa, física y concreta en su origen; de que son las moléculas y los átomos del cuerpo físico los que no funcionan debidamente y causan la enfermedad.


Sin embargo, desde el punto de vista del chamán, este enfoque moderno del problema es una profanación, no sólo con relación al paciente, sino al mundo en general. Ver al paciente como una colección de materia muerta y no pensante, negando la importancia de sus complejas conexiones con multitud de fuerzas omnipresentes, y creer que el mundo es manipulable sólo por medios físicos, supone un insulto para los espíritus y poderes vivientes que impregnan todos los cuerpos y la totalidad del mundo.


Para el chamán, curar al paciente no es sólo cuestión de pericia intelectual, sino un ejercicio de poder. Y la suerte del paciente siempre depende de la percepción del chamán de los poderes que operen en el caso, y de su pericia para intervenir, propiciar, manipular, dirigir, eliminar y en general manejar los espíritus y las fuerzas que intervengan en un caso determinado.


Podemos resumir las diferencias entre la visión del mundo del chamán y la del médico moderno como sigue: el médico moderno vive en un mundo desapasionado y mecánico, el chamán, en un mundo encantado.


Si consideramos la supervivencia, el médico moderno puede presumir de su supremacía, ya que cuenta con muchos másrecursos que el chamán. Sin embargo, el chamán también tiene ciertas habilidades que superan a las de muchos doctores actuales.

Éstas giran en torno al concienciamiento del significado esencial contenido en la totalidad del entorno cósmico y en el significado de dichas pautas, tal como las percibe el paciente.
Para ello debe estar familiarizado con las actitudes, emociones y cualidades espirituales del paciente.

Necesita saber lo que la enfermedad significa para el paciente, lo que la dolencia le «dice»; cómo se desenvolvía la vida del paciente antes de que se declarara la enfermedad; cómo afectan las pautas de numerosos elementos (el sol, la luna, los planetas, las estrellas, el tiempo, las plantas, los animales y los demás seres humanos) los acontecimientos en la vida del paciente.

Este tipo de cuestiones casi nunca forman parte del proceso de curación de un médico moderno, pero son indispensables para que el chamán pueda actuar.


Si el médico reconoce la existencia de significado en los detalles más sutiles de la enfermedad del paciente, tales como en sus relaciones con su familia, e incluso con el cosmos en general, en realidad estará admitiendo que ha cometido graves equivocaciones, que hay una carencia en su teoría y en su formación, que como médico está pisando sobre hielo quebradizo después de una omisión de tal magnitud, y que su filosofía, tanto personal como profesional, es deficiente.


Estos descubrimientos revelan siempre algo respecto de uno mismo, ya que la siguiente reflexión es inevitable: si las experiencias de mis pacientes contienen significados ocultos, ¿qué significados habrá en mi propia vida que ignoro por completo?


A pesar de toda esta información, los médicos modernos no se sienten cómodos en el campo de los significados. En el supuesto de que dichos estudios sean válidos, ¿cómo puede reaccionar el médico ante significados distorsionados en la vida del paciente?

No podrá extender ninguna receta destinada a mejorar la satisfacción laboral o las relaciones interpersonales, para no mencionar la «felicidad global».
Por consiguiente, a muchos médicos les resulta más fácil negar el papel en la salud de los significados percibidos que decidir lo que deberían hacer en el caso de que fueran importantes.

Además, mientras se siga subestimando su importancia, el médico no se verá obligado a cuestionar su propia felicidad global, su satisfacción laboral, o la riqueza general y la pertinencia de los significados que percibe en su propia vida.


El precio que se paga por ignorar estos temas es una medicina inadecuada, así como una gran insatisfacción tanto por parte de los médicos como por la de los pacientes, que podría remediarse, por lo menos parcialmente, abriendo el campo terapéutico a la parte de la enfermedad reflejada en los significados.

Sin embargo, existe otra lección que podemos aprender, en cuanto a la razón por la que la vida interior del curador ha tenido siempre tanta importancia. Actualmente podemos afirmar que la razón por la que los chamanes otorgaron importancia a la introspección espiritual y a las visiones internas del curador, no fue su carencia de ciencia, ni su incapacidad para razonar tan objetivamente como nosotros, sino porque la curación, en su máxima expresión, es inalcanzable sin ellas.

Texto de Larry Dossey

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